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Chajarí, Entre Ríos, Argentina

sábado, 23 de septiembre de 2023

Las telas de mi infancia


Las telas de mi infancia

 

   Hace unos días abrí un gran baúl lleno de piezas de telas, metros y metros de los más variados diseños, los cuales como en una alfombra mágica me llevaron hasta mis primeros años de vida. Diseños que estaban adormecidos en mi mente, pero al verlos, espontáneamente afloraron los recuerdos de haber crecido en la tienda de Santa Ana, antes de la llegada del Lago de Salto Grande. 

   Don Aquiles Lanche, mi padre, vino desde Salto - Uruguay, primero exploró toda la zona como vendedor ambulante, al principio con una valija y a pie, luego en un Ford T,  recorrió las colonias y ciudades de la región, hizo muchos amigos gracias a su honestidad, risa contagiosa y buen humor, así logró una gran clientela, conociendo sus gustos y necesidades en materia de indumentaria. Cuando se posicionó como comerciante y la cantidad  de mercadería creció, trajo sus capitales del Uruguay y eligió Santa Ana para establecer allí la querida tienda que fundó en 1940. Luego se casó con  mamá, a quien conoció siendo costurera del negocio, nacimos las cuatro hijas que desde chiquitas íbamos y veníamos entre la casa y la tienda, por eso es tan fuerte el recuerdo de las telas mágicas.

   Allí crecimos las cuatro hermanas, rodeadas de amor entre dibujos y colores mágicos, que se desplegaban sobre los anchos mostradores ante las caras felices de las clientas, quienes ya se imaginaban en una fiesta luciendo vestidos con esas texturas y estampados alegres. Y ahí estaban las habilidosas manos de Julia Dalarda, nuestra madre, cortando la cantidad exacta que se necesitaba, como buena modista profesional, casi sin usar el centímetro y, según el modelito que la clienta deseaba, orientaba con precisión cuánto debía llevar, también  con qué hilos, botones, cierres o puntillas complementar. 

   Esas telas con historia también trajeron a mi mente las otras secciones de la tienda: ropas para damas, caballeros, niños, bebés, calzados (zapatos suela Febo, zapatillas Flecha, Pampero, alpargatas Taba), cosméticos, perfumes, colonias, lociones (Nantes, Polyana, Lancaster, Mary Stuart, Claro de Luna, Crandall, Old Spice, 7 Brujas, Magazine), accesorios como los pañuelos de acetato para la cabeza o el cuello, medias, cintos, carteras, bijouterie, ropa interior incluyendo enaguas o combinación, sombreros, gorros, bufandas, bazar, librería, juguetes, blancos, muebles, deportes (Sacachispas), tecnología (radios, tocadiscos, relojes Watra o Fero, linternas, encendedores, yesqueros, cortaplumas, máquinas de afeitar),  etc. Todo desplegado en dos grandes  salones unidos, rodeados de estantes y mostradores,  excepto los muebles que estaban en los depósitos. Así era nuestra tienda, venían gente de todos lados, de las colonias en sulkys o autos, de Mocoretá o Federación arribaban en autos o en el coche motor.

   Ahí están en el baúl las telas mágicas para ayudar a recordar que bajo el lago, una tienda existió.



 

martes, 5 de septiembre de 2023

Santa Ana, la historia sumergida en el lago

En este video leo el relato de mi autoría titulado  Santa Ana, la historia sumergida en el lago incluido en el libro Pinta tu aldea de varios autores en su primera edición - Editorial de Entre Ríos, 2022
En cuanto al video, pensaba hacer un audio para alguien con dificultades para leer y terminé agregándole fotos de un alto valor afectivo que ilustran todo el texto en general, no esperen que coincida el relato con cada foto, están avisados :) :)

Santa Ana, la historia sumergida en el lago

Santa Ana es una bella localidad del noreste entrerriano, abrazada por aguas, playas y el verde anaranjado de sus cultivos. Detrás de este paraíso subyace una historia muy particular que conlleva una mezcla de nostalgias, solidaridad, expectativas, resiliencia y esperanzas. El suceso de referencia ocurrió en 1979 e involucró a un sector de la urbanización y de la zona rural, con sus habitantes y proyectos de vida. Fue entonces cuando gran parte de Santa Ana, tuvo que trasladarse a la zona más elevada o emigrar a otras localidades para dar espacio al emplazamiento del lago de Salto Grande. Esto ocasionó una verdadera transformación en el lugar y en la vida de la mayoría de sus pobladores. Pero... ¿Fue positiva o negativa esta vicisitud para los protagonistas y la región? Recordar puntos históricos clave, considerando datos del investigador Varini, ayudará a ensayar una respuesta.

En estas tierras, enaltecidas por el espíritu de pueblos originarios, en 1848 Santiago Artigas —enviado por Urquiza— creó la Estancia Estatal Santa Ana, que luego fue vendida a particulares. En 1896 la compró Cupertino Otaño, al año siguiente la loteó, delineando la planta urbana, llamada Pueblo Otaño y la zona rural adyacente, que denominó Santa Ana. Desde 1875 pasaban las vías férreas, quedando las mismas casi al medio de la urbanización. La Ley Nacional de Inmigración y Colonización promulgada en 1876, propició la llegada al lugar de europeos, en su mayoría italianos. En 1889 se construyó la estación ferroviaria Santa Ana. En 1901 se entronizó a Santa Ana como Patrona, hechos que unificaron el nombre del poblado. Los datos precedentes dan indicios de que cada etapa fue dejando su legado demográfico a través de los años: originarios, gauchos, criollos y demás habitantes de la estancia, inmigrantes, ferroviarios, luego se sumaron docentes, enfermeros, policías, comerciantes, entre otros. Este rico crisol cultural se integró y consolidó generación tras generación, conformando una linda e interesante población con tradiciones y costumbres propias, muy reconocida en la región. Con esa identidad santanense bien definida, llegamos a los 70, que son los años previos al lago. Para entender cuál era la necesidad de crearlo, es oportuno volver a mirar hacia el pasado explorando datos en la página web de Salto Grande: los guaraníes los llamaron Ytú; los españoles, Salto Grande, son los rápidos del Río Uruguay, que impidieron desde siempre la navegación, obligando a interrumpirla desde Monte Caseros hasta Hervidero —Departamento Concordia—  Hacia finales del siglo XIX con el devenir de la electricidad, consideraron la posibilidad de aprovechar los saltos para generar energía hidráulica. Desde 1890 propusieron realizar una represa argentino-uruguaya, luego otros proyectos que incluían navegabilidad, riego, control de crecientes, agua potable, recursos ictícolas, todo para contribuir al desarrollo económico y social de ambos países, los cuales anhelaban trabajar juntos para lograrlo. Los sucesivos gobiernos y sus pueblos, sostuvieron la voluntad de seguir con este plan, no obstante estas convicciones, hubo acuerdos y desacuerdos que retrasaron los propósitos por décadas y, recién en abril de 1974 se comenzó a construir la tan ansiada Represa Binacional de Salto Grande.

Antes del lago en Santa Ana el relieve marcaba dos zonas bien definidas, una baja y otra alta, esta última subsistió y albergó a los habitantes de la primera en modernas construcciones realizadas para tal fin. En la parte baja se destacaban: la estación del ferrocarril con toda la infraestructura necesaria para conectarnos a través del tren y del coche motor. Otras vías de comunicación eran el correo postal, la central telefónica, algunos teléfonos particulares, el arroyo que se utilizaba para recreación y sobre el mismo pasaba el puente que vinculaba con el acceso a la Ruta Nacional N° 14, a la estación de servicio, a las Colonias Ensanche Sauce, Belgrano, Mandisoví, entre otras.

Tenía cancha de fútbol y club social: ambos convocaban asistentes de una vasta zona. En cuanto a comercios y servicios había: panadería, carnicerías, bares, almacenes, fábrica de soda, tienda, heladería, quioscos, transportista, zapateros, modistas, fotógrafas, tejedoras, peluqueros, colonos que vendían sus productos a domicilio, embarcadero, taller mecánico, estación de servicio a cinco kilómetros del pueblo. En la ruta se tomaban colectivos de larga distancia y al pueblo entraba uno de corta distancia. En lo referente a edificios, los locales públicos, comercios, galpones y varias viviendas eran de material, también existían casas precarias. Las calles principales estaban enripiadas. El tanque de agua que aún sigue en pie, abastecía a surtidores públicos y a pocos hogares. En 1972 Santa Ana tuvo el primer órgano de gobierno y en 1974  Junta de Gobierno. En 1975 se creó la escuela secundaria y se instaló electricidad domiciliaria.

A partir de 1974 todo fue cambiando. Llegaron ingenieros, topógrafos, muchos santanenses iban a trabajar a las obras de la represa, comenzaron las expropiaciones, hubo que decidir si quedábamos en el pueblo y en tal caso si nos haríamos la casa o si iríamos a las que ofrecía el gobierno. Cada familia evaluó y decidió. El movimiento local crecía constantemente por los obreros y las maquinarias. Le dieron una dinámica importante al lugar, pero nos inquietaban dos cosas: que nuestro espacio se iba a inundar y la incertidumbre acerca de qué iba a pasar cuando quedemos prácticamente aislados y se vayan las empresas constructoras. El tiempo pasó rápido y llegó 1979: varias  familias se fueron a vivir a otras localidades, la mayoría nos mudamos a casas nuevas en la parte alta. Nuestras viviendas anteriores fueron destruidas, retiraron las vías, desmontaron árboles, dinamitaron sin éxito el puente. Fue triste y desolador ver cómo desaparecía nuestro pueblo. Poco a poco llegó el agua, cortó el acceso a la ruta y a las colonias que estaban al oeste. A algunas familias nos quedaron los familiares y la chacra del otro lado del lago. Contábamos con una sola salida, que cuando llovía se volvía intransitable. Toda la parte baja fue sumergida, excepto el tanque de agua. La escuela secundaria se cerró, no había teléfonos, ni ferrocarril cerca. A pesar de todo, como pueblo comprendimos que el sacrificio valía la pena para favorecer el desarrollo regional, del país y del Uruguay. Optamos por enfocarnos en la parte llena del vaso, o sea  en nuestro lago, colmado de energía, vida e historia, porque en cada gota de agua y en cada granito de arena, hay un sentimiento, una emoción que le agrega valor. Otro aspecto favorable eran las viviendas nuevas que invitaban a disfrutarlas, quererlas, compartir la misma experiencia con la vecindad y, con ese sentir colectivo, pudimos pensar en el futuro. En 1984 se declaró municipio de II categoría a Santa Ana, gestionaron obras, restablecieron comunicaciones, servicios y durante cuatro décadas de trabajo, el pueblo se convirtió en una atractiva ciudad muy visitada, con casas de veraneo en la costa e infraestructura turística. En el año 2000, con la construcción de la Ruta N°2, recuperó su conexión con la Ruta Nacional N° 14. La fuerza de voluntad local pudo convertir lo pequeño en grandioso, prueba de ello es aquel festival regional que nació en 1986 y actualmente es la exitosa Fiesta Nacional de la Sandía.  Por todo lo vivido  Santa Ana merece  lo mejor para su desarrollo.

A más de 40 años de los sucesos de 1979, en lo mediato, resultaron positivos por el gran  desarrollo regional logrado. Ese progreso tuvo un precio en lo inmediato por los inconvenientes mencionados y en lo emocional. Como muestra basta decir que  no tenemos elementos tangibles para reconstruir un recuerdo de la infancia, pero por fortuna lo compensa un paisaje maravilloso que invita a soñar en grande.



https://soundcloud.com/lic-natacha-lanche/santa-ana-la-historia-sumergida-en-el-lago?si=c460ec88bcc14f4baa98041c800c4ba4&utm_source=clipboard&utm_medium=text&utm_campaign=social_sharing