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Chajarí, Entre Ríos, Argentina

domingo, 18 de mayo de 2025

El sen del campo y los celestinos

 

En otoño, cuando casi no hay árboles con flores, el sen del campo nos regala su belleza



                                                            El sen del campo y los celestinos

Muchas veces escuché hablar del sen del campo, pero jamás había visto uno. Cada vez que descubría una flor amarilla, me acercaba con la esperanza de encontrarme con ese hermoso arbusto. Conseguí fotos e información para estudiar su apariencia, y grabé en mi mente cada detalle: sus flores de cinco pétalos con dos antenas curvas, sus ramas oscuras y sus hojas verdes azuladas que, según dicen los libros, se cerraban por la noche igual que las flores. Buscaba y buscaba, sin embargo, no lograba encontrarlo. Llegué incluso a soñar con uno.

Felizmente, en aquel otoño mi sueño se cumplió. Caminaba por calle Urquiza, y de repente... sentí que el árbol me buscaba, llamando mi atención con sus ramilletes de flores amarillas justo frente a mis ojos. Había pasado muchas veces a su lado sin verlo. ¡Cómo pude estar tan ciega!, pensé. El pequeño árbol sobrevivía frente a una casa abandonada. Le tomé fotos y esperé a que maduraran sus semillas para llevarme algunas. Las sembré y al poco tiempo, obtuve unos cuantos ejemplares, de los cuales sobrevivieron tres.

Pasaron unos meses y comenzaron a refaccionar la casa abandonada. Lo primero que hicieron fue sacar el arbolito. Me dio mucha tristeza una tarde que pasé por allí y vi la tierra removida, pues lo habían extraído de raíz. Sus ramas, como cadáveres, estaban cortadas para que el camión las retirara.

Agradecí tanto haber llevado esas semillas. Planté dos ejemplares en mi patio y regalé el otro para que lo plantaran en los verdes de la avenida principal de la ciudad.

A uno de los arbolitos de casa lo veía por la ventana de la cocina y, en otoño, cuando las flores escaseaban, se vestía de dorado para recibir a los animales: abejorros, mariposas, orugas, hormigas, abejas, picaflores, pájaros de siete colores y, especialmente, una pareja de celestinos o chogüí que disfrutaban de su existencia.

Una mañana, mientras tomaba mate con cascaritas de naranja en la cocina, miré por la ventana para ver si estaban los celestinos allí, tenía la intención de ofrecerles media naranja, ya que sabía que era su fruta favorita. Fue entonces que noté algo extraño en mi querido arbolito: sus flores doradas parecían brillar con un resplandor mágico que no había visto antes, y sus hojas tenían un verde aún más azulado. Intrigada, salí al jardín para ver qué sucedía y llevé la media naranja por si venían los celestinos. Al acercarme, escuché una voz melodiosa proveniente del árbol que decía aguije, aguije. Apoyé la media fruta entre las ramas y vi a la parejita de celestinos picando el follaje. El machito, con sus hermosos ojos negros, me miró fijamente y repitió lo que había escuchado antes: aguije (gracias en guaraní). Luego agregó: Che ha'e mitã guarani (soy un niño guaraní). Esa frase y la profundidad de su mirada me trajeron el recuerdo aquella canción[1] cuya letra cuenta que un niño guaraní cayó de un árbol, murió y se convirtió en el pájaro celestino o chogüí.

De ese modo, vi claramente al gurisito en el brillo de sus ojos, rodeados de ese bello plumaje y esas alas angelicales color del cielo. Sentí que me agradeció por haber salvado a su arbolito favorito, porque los chogüís son parte del ecosistema del sen del campo. Comprendí su mensaje y los dejé comer la deliciosa naranja, mientras les dije que no tenían nada que agradecerme, que ellos y ese árbol tan especial alegraban mis días. Con sus buches llenos de naranja, la pareja de celestinos emprendió su vuelo con su canto “chogüí, chogüí, chogüí”, hasta confundirse con el cielo.

El arbolito recuperó sus tonalidades habituales, pero la magia de los celestinos impregnó cada una de sus flores, convirtiendo el jardín en un refugio para la fauna real y para los seres imaginarios que a veces se presentan de la manera menos pensada.






[1] Se refiere a la polka paraguaya “Pájaro Chogüí” o Choguy compuesta en 1945 por el músico argentino Guillermo Breer (Seudónimo Pytaguá o Pitaguá: extranjero en guaraní). Hay varias versiones en internet de esta canción, los invito a escucharla.